Un recorrido fascinante por las Ciudades Imperiales de Marruecos. Desde la vitalidad de Marrakech hasta la elegancia histórica de Rabat y la modernidad de Casablanca, cada ciudad revela su propia esencia.
En Chefchaouen descubrirás el embrujo de sus tonos azules, mientras que en Meknes y Fez recorrerás siglos de historia y tradición.
La ruta se completa con los restos romanos de Volubilis y el paisaje idílico de Bin el Ouidane, con sus aguas turquesas rodeadas de montañas, antes de regresar a Marrakech.
El viaje arranca en la vibrante Marrakech, punto de partida hacia la cosmopolita Casablanca. Allí nos espera la majestuosa Mezquita Hassan II, símbolo erigido frente al Atlántico.
La ruta prosigue hacia Rabat, donde la Torre Hassan y el imponente Mausoleo de Mohamed V reflejan la grandeza imperial de la capital marroquí.
Desde Rabat la ruta se dirige hacia Tánger y Chefchaouen, la célebre “Perla Azul”. Sus callejuelas pintadas en infinitos matices azules conducen a un escenario detenido en el tiempo. La antigua Kasbah y la medina, cargada de autenticidad, envuelven al viajero en una atmósfera mágica.
La jornada comienza en la mágica Chefchaouen, desde donde ponemos rumbo al sur. La primera parada son las ruinas de Volubilis, un imponente vestigio del legado romano en Marruecos.
El recorrido continúa hacia Meknes, ciudad imperial de murallas majestuosas, palacios fastuosos y la célebre Bab Mansour. El día concluye en Fez, la capital cultural del país.
Fez es una experiencia para los sentidos. Tras cruzar la emblemática Bab Boujloud, la medina de Fes el-Bali se abre como un laberinto de historia y tradición.
Entre sus callejuelas aparece la refinada Madrasa Bou Inania, joya del siglo XIV, y el vibrante zoco de los curtidores, donde el comercio artesanal sigue vivo.
La jornada se completa con la subida a Borj Nord, desde donde las panorámicas revelan toda la grandeza de la ciudad.
Desde la histórica Fez, el viaje se adentra en el corazón del Medio Atlas. La ruta atraviesa montañas, valles fértiles y pueblos tradicionales hasta alcanzar Bin el Ouidane, un paraje natural famoso por su embalse de aguas turquesas, rodeado de montañas y bosques que lo convierten en uno de los rincones más verdes y serenos de Marruecos.
La última etapa nos conduce de vuelta a Marrakech, atravesando paisajes que cambian de las montañas a amplias llanuras salpicadas de pueblos con alma rural. La ciudad roja nos recibe con su inconfundible vitalidad: la bulliciosa Plaza Jemaa el-Fna, los zocos llenos de aromas y colores, y los palacios que aún guardan el esplendor de su historia.
